Ha pasado un año desde el comienzo de esta nueva vida marcada por desconcertantes y todas nuevas palabras, ritmos y sentimientos. Quizás hemos aprendido a quedarnos, quizás todos estamos un poco deprimidos, quizás se ha puesto a prueba la capacidad de dibujar lo que será.
La suerte de quien vive al pie de este espectáculo de la naturaleza llamado Etna, sin embargo, es poder sorprenderse cada vez.
Nos acompañó con bocanadas de humo, fuentes de lava que parecían querer recordarnos el color de pertenecer a nuestra región: ¡somos rojos! ¡Somos naranjas!
Y abajo con impresionantes puestas de sol enriquecidas por gotas de fuego y marcos de humo, lenticulares descansando en la parte superior, como una tapa, enajenada por el color de la lava desbordante, indicios de flujos que nos perdimos, los fuegos artificiales en la medianoche del último de el año (porque ella nunca quiere ser menos).
Y luego, después de la alegría de una lluvia de copos de nieve sobre Catania, el asombro de la lluvia de piedras.
Tic tic tac en el parabrisas y el pensamiento inmediatamente va a “y ahora qué más tendrá este coche, ¿por qué hace este ruido?”. Pero no: fue el paroxismo de la tarde del 16 de febrero, ni que decir -porque siempre hace las cosas a la perfección- al atardecer.
Entonces suena el teléfono, voces emocionadas e incrédulas: «¡Está lloviendo piedras!»
Completamente. Lava tu cabello. ¡Vamos a ver mejor!
Y entonces, comprendió que no, que no se habían abierto bocas en el fondo, que era solo una forma de despertarnos de esta apatía y hacernos sentir aún más enojados por correr hasta allí, solo asombro.
Ojos brillantes, desconocidos en la calle preguntándote “¿qué pasa?”, autos estacionados al costado de las carreteras (y autopistas) para no perderte el espectáculo.
Porque un casting tan espectacular no es algo que suceda todos los días.
Los mensajes vienen de aquellos que han estado allá arriba contigo. Europa piensa en ti, un poco le gustaría estar ahí contigo, se sorprende contigo.
No, no estamos solos. Sí, todavía estamos cerca. Y sí, todavía estamos vivos y listos para comenzar de nuevo.
Un par de horas y todo vuelve a la montaña, todo vuelve a dormir.
Pero nuestros corazones dieron un brinco y no es suficiente para nosotros. Los ojos se volvieron hacia el norte, esperando fervientemente que no haya terminado.
Que esta madre Etna nos regale otras emociones.
Bien también. Recuérdanos que ahí es donde debemos enfocarnos y que todo continúa, nada termina.
Y ella, paciente y condescendiente, no se detiene.
Así que gracias mamá, hoy también nos enseñaste algo. Realmente parece que eres humano.
Como padre preocupado, vienes y nos enseñas la lección que necesitamos.
Depende de nosotros aprovecharlo y atesorarlo.