Sucede que desde hace 3 meses nos hemos embarcado en el largo camino de la formación.
Hemos elegido las más completas y las más difíciles, porque las cosas se hacen bien o no se hacen.
Y así sucede que a partir de octubre, salvo el periodo navideño, casi todos los fines de semana nos disfrazamos de “pequeños” exploradores y partimos con la certeza de volver a casa destrozados pero inmensamente enriquecidos.
Mochilas siempre a medio hacer, botas cada vez más gastadas acompañan los kilómetros acumulados y vivencias que cada vez nos sorprenden más.
Sí, porque ¿quién hubiera pensado que el este de Sicilia tenía tantos lugares encantadores, además del Etna ??
Ahora, si tuviéramos que jugar un juego, te pediría que nombraras los que te vengan a la mente. Y estoy muy seguro de que podría asombrarse inundandote de palabras, historias y nombres desconocidos, pero dignos de la misma fama que los demás.
O probablemente podría mostrarle un itinerario diferente al habitual, incluso en lugares que suelen estar frecuentados por multitudes de verano.
Confiábamos en que este curso nos proporcionaría innumerables herramientas valiosas para enriquecer nuestro trabajo, pero no esperábamos que nos emocionara tanto.
Día tras día, camino tras camino, vamos absorbiendo como esponjas las historias de un tiempo pasado de esta parte de la isla, que sólo puede reconstruirse acompañado de manos expertas que poco a poco, creando la atmósfera adecuada, hacen resurgir el mosaico perfecto. . . Y sobre todo nos permiten revivir aquellos lugares en una época en la que eran modernos: imaginarnos comiendo coles ahogadas sentados en alargadas mesas campesinas, en la Edad Media, cuando el 25 de abril era todavía la fiesta de San Lucio.
O en círculo, dentro de la trampa de Vendicari, cantando las características canciones de cuna que marcaban el trabajo de los tonnaroti.
Pero también cuando los pies pisotean los azulejos bizantinos entre las rocas de Rocca Novara, o cuando intentan evitar aplastar un fósil perfectamente conservado entre los miles en el camino a Rossomanno, o cuando los ojos son capturados por el brillo de una enorme roca de tiza que data de al Messiniense, o aquella época en la que el Mediterráneo era poco más que un estanque seco dominado por los caprichos del Estrecho de Gibraltar. Y luego, girando hacia el castillo de Grassuliato, sonríe mientras escuchas su última renovación por parte de Federico II, que se preocupó por la comodidad de su ama.
O incluso escalar dentro de las numerosas tumbas prehistóricas que sustentan no solo Pantalica, sino un inmenso territorio que es testigo de increíbles culturas vividas y trazadas hasta la llegada de los griegos. Y sorpréndete de cómo más tarde muchos de esos lugares tallados en la piedra fueron utilizados para el curtido de pieles y para desarrollar un floreciente comercio medieval.
Cava Ispica, Cavagrande del Cassibile, Castelluccio di Noto, Cava Carosello, Noto Antica, el Valle dei Mulini (edición hidráulica) de Palazzolo Acreide… los Iblei nos están dando la oportunidad de hundir nuestras raíces en la historia y llegar a conocerse un poco mejor, además de mostrar un carácter increíblemente floreciente, envolvente y generoso incluso en invierno.
Los Nebrodi, a su vez, se embellecen con los manantiales, los lagos, los majestuosos robles pavos, los robles centenarios, las rocas con importantes nombres, y ese aire nórdico de las altas montañas que sólo traiciona el paso rugiente de grupos de característicos cerdos que pueblan esas montañas. Y de las vistas a su alrededor que invariablemente acaban en el azul del mar o en las resoplandas cumbres de sus volcanes, que intentan no parecer demasiado pequeños ante la presencia de la madre Etna que se destaca al otro lado.
Pero luego, cada vez, arrancando o regresando en autos llenos de juventud que pronto se convertirán en compañeros y que te hacen olvidar esos 15 años más que llevas sobre tus hombros al compartir risas, impresiones y repasar nombres botánicos o zoológicos improbables, la mirada se acaba. Siempre a buscarte, esa punta blanca que también destaca del centro de Sicilia. Viva, por fin tranquila después de tanto ruido, parece mirarnos con condescendencia y aprobación, pero al mismo tiempo mostrándose siempre en toda su grandeza casi obstinada y belleza magnética como diciendo «eh, lo sé… pero el próximo domingo volverás aquí, y sabes tanto como yo que no puedes esperar”.
Y casi obligándome a exclamar, invariablemente, “¡y guau, Etna, qué guapa estás!”.